Transformó una casa común en Pasadena, en California, en una chacra urbana en que él y sus tres hijos cultivan más de 400 tipos de vegetales, hierbas y frutas y crían abejas, patos, gallinas y cabras – en 362 m². “El primer año cosechamos una tonelada. Pero sabía que podíamos hacerlo mejor, porque habíamos revuelto sólo la superficie del suelo – pobre y sin lombrices. Quería deshacer mi dependencia de la sociedad y del supermercado”, cuenta Jules Dervaes a Paladar.
Produce más de 3 toneladas de alimento al año en su hogar
Fue en Nueva Zelandia, en los años 70, que Jules aprendió a cuidar de huertas y animales y a cocinar en el horno a leña. De vuelta a los EUA, se mudó en 1984 para Califórnia. Años después, cuando el Estado enfrentó una sequía severa y las tarifas de agua subieron, desistió de gastar más con la “ilusión verde” que era su cantero en la vereda. El paso, que consume mucha agua, dio lugar a hierbas comestibles.
“Impulsada por la frugalidad, esa medida drástica fue un factor importante para transformar una casa común en una chacra extraordinaria”, dice Jules.
Cuando supe sobre los experimentos para modificar genéticamente los alimentos, se radicalizó. Decidió que conseguiría comida limpia de la forma más tradicional: plantando sus propios alimentos. “Fue el plan para poner en práctica Urban Homestead: vivir la vida con el estilo de una hacienda, pero sin toda la tierra de una hacienda.”
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Entrevista a hombre que produce más de 3 toneladas de alimento al año en su hogar
¿Por qué decidiste cultivar tus propios alimentos?
Yo era el hijo mayor de un empresario. Mi papá trabajana para una compañía de petróleo estadounidense, Chevron. Parecía que mi suerte estaba lanzada para hacer mi vida siguiendo los pasos de mi padre. El trabajo manual nunca fue una posibilidad, ni siquiera lo había imaginado. Cuando entré en la facultad, en 1965, senti que estaba caminando hacía la vida en el mundo profesional – como toda la gente que conocía.
El casarme, en 1970, trajo nuevas responsabilidades y un sentido de urgencia sobre pensar el futuro a largo plazo – hacia años que me sentía inadecuado para enfrentar todas las exigencias de la vida diaria, resolver emergencias solo.
En la medida en que el mundo pasó por cambios y turbulencias en los años 60 y 70, sentí una necesidad urgente de vivir de la manera más simple posible, En armonía con la naturaleza, en contacto con mis más básicas necesidades, de alimentación, agua y vivienda. Después de la Guerra de Vietnam, empecé a mirar hacía la estabilidad del “viejo mundo” y hacía un lugar en que los valores familiares permanecían inalterados. Fue con este deseo en mente que mi mujer y yo emigramos a una pequeña ciudad de minas de oro en Nueva Zelandia, en 1973.
En menos de un acre de tierra, empecé una lucha diaria para aprender a vivir de esta nueva manera. Fue ahí que aprendi sobre las huertas, cria de animales de hacienda, beber agua de lluvia, cocinar en horno de leña… Al hacer un pequeño paso tras otro, superé la parálisis del estado de espíritu de quien es de la ciudad y está perdido en el campo.
Mientras, en los 15 años siguientes vivi en un huracán de cambios. En 1975, mi mujer y yo volvimos a Flórida después del nacimiento de nuestro hijo, donde estaríamos más cerca de nuestras familias. En Flórida planié aplicar mi experiencia como granjero en mi nueva casa – un lote rural de 10 acres – pero las circunstancias me forzaron a hacer otro cambio en 1984. Eesta vez, fui a Pasadena, California. Había vendido mis 10 acres de tierra para cambiarme a un quinto de acre en la metrópoli de la gran Los Angeles. Rodeado por cemento y asfalto, personas y autos, ansié ir a “casa”, al campo de nuevo. A pesar de todo, mantuve mis manos en el suelo practicando jardinería como un hobby y les enseñé a mis hijos como vivir de una manera simple y autosuficiente.
A mediado de los años 90, el sur de California experimentó una sequía tan severa que las tarifas de agua subieron por el exceso de uso. No quería pagar más por la ilusión verde que era mi cantero en la vereda. Entonces hice una camada de seis pulgadas de compostaje. El pasto, que consume mucha agua, fue sustituido por flores salvajes e hiervas – y a medida que fui haciéndome más inteligente – por comestibles, el estilo de paisajismo Dervaes. Esta medida drástica, impulsada por la frugalidad, se transformó en un factor importante para transformar mi casa común en un sítio extraordinario.
En el otoño de 2000, reaccioné irritado al saber que corporaciones de biotecnologia estaban empeñadas en modificar genéticamente los alimentos. Creyendo que tenía que hacer todo lo que pudiese para proteger mi familia de ese experimento insano, decidí que conseguiría comida limpia de la forma más tradicional posible: cultivando mis propios alimentos. Tres de mis niños (hoy jóvenes adultos), Anaïs, Justin y Jordanne, aceptaron el desafío. Tenía fuerza de voluntad, rabia y tenacidad para hacer las cosas a mi manera y con mis propias manos. Sin embargo, había una cosa que creía que no tenía: tierra.
¿Cuánta comida puede ser cultivada en nuestro lote en la ciudad? ¿Era posible plantar en el medio de Pasadena? ¿Conseguiríamos producir para sustentar a toda la familia? El plan para poner en práctica lo que llamamos Urban Homestead significaba vivir la vida en el estilo de una hacienda, pero sin toda la tierra de una hacienda. Al principio, pensaba que era una locura; pero sabia que podíamos hacer una cosa: plantar, plantar y plantar un poco más.
Fue sorprendente cuando vimos que la cosecha del primer año pasó de 1 tonelada. E incluso así sabía que podíamos hacerlo mejor, porque habíamos revuelto apenas la superficie de nuestro suelo pobre y sin lombrices. Guiado por el deseo de deshacer mi dependencia de la sociedad y del supermercado, el proyecto Urban Homestead seguía a todo vapor.
¿Qué cultivás?
Más de 400 variedades de vegetales, hierbas y frutas crecen durante el año. En el jardin del frente están los árboles y las especies perennes comestibles. Em el fondo hay más de 50 canteros de vegetales cuyo cultivo alternamos a lo largo del año de acuerdo con la época. Hay tomates, calabazas, frijoles, pimientos, hojas, manzanas, mirtilo, goiaba, frutilla, naranja y muchas hierbas, entre otras.
También desarrollamos muchas “herramientas” y prácticas sustentables. El suelo saludable es lo más importante para el cultivo, entonces tengo un sistema extenso de compostaje para reabastecer nuestros canteros. Otros sistemas que complementan al proyecto son hornos y calentamiento solar y un sistema de reúso del agua, producción de biodiesel, herramientas movidas a pedal, así como abejas, patos, gallinas, cabras y gatos.
¿De qué tamaño es su propiedad?
Tenemos un lote de 810 m2 en el área metropolitana de Pasadena, California (al norte de Los Angeles). Excluyendo la casa y otros espacios no cultivables, el área de cultivo es de 362 m2.
Entonces es posible cultivar tu comida en un espacio pequeño y urbano…
Fuimos bendecidos por estar en un clima razonablemente templado del sur de California, donde se puede cosechar todo el año. Pero incluso así luchamos contra la varición de temperatura, y el clima ha cambiado mucho.
Creo que todos pueden hacer algo con lo que tiene. Sólo precisas aprender el comportamiento del ambiente y siempre intentar mejorar. Casi siempre hay una manera de mejorar tu espacio – más de lo que te imaginas al principio. Siempre entusiasmo a las personas a aprender prácticas antiguas y a investigar como las generaciones pioneras sobrevivían.
¿Ya tenías conocimiento de agronomía?
Heredé un conocimiento en jardinería de mi padre, que a pesar de ser un ejecutivo, cultivaba plantas ornamentales, no comestibles, en Tampa, en Flórida. Pero cuando llegó el momento de cultivar vegetales, tuve que aprender mucho. Leí libros, catálogos y hacia muchas preguntas a especialistas en mudas. Durante el tiempo que pasé en Nueva Zelandia, me transformé en un estudiante. E incluso me siento muy así – siempre aprendiendo como hacer más y mejor.
¿Lo que producís es apenas para el consumo familiar?
Primero quería apenas proveer comida limpia a a mi familia, pero con el éxito del proyecto vino la abundancia. Compartimos gratis con amigos y familiares y también sobrevivimos “directamente”, suplantando nuestra dieta con lo que producimos, e “indirectamente”, vendiendo el excedente de la cosecha a restaurantes y habitantes de Pasadena para comprar lo que no conseguimos producir, como azúcar, arroz y harina. Por eso digo que vivimos de la tierra.
¿Por que preferís cultivar tu propia comida a comprarla en el supermercado?
Hay muchas razones. Comida cultivada en casa es muy superior en sabor y nutrientes que aquella que viene del supermercado. Además de eso, no es apenas más saludable para vos sino también para el ambiente, porque te ayudan a reducir tu huella ecológica.
¿Cómo es la rutina de la familia Dervaes?
Vivimos la vida de una familia de agricultores. No existe un dia basado en horas específicas. El día “en el campo” empieza cuando el sol nace y acaba en la puesta del sol, pero a veces se puede prolongar. Cada miembro de la familia asume una tarea diaria que incluye cuidar de la plantación y de los animales. Descansamos un día a la semana, el shabat. A veces es difícil, pero no hay nada más compensador que trabajar con la naturaleza.
¿En quién se inspiró?
En las generaciones anteriores de pioneros. Admiro a las personas que fueron capaces de construir cosas y permanecieron tan obstinadas como los colonizadores. Grupos como los amishs y los menonitas, que viven de la tierra trabajada con las manos. Al inicio de los años 70 surgió en los Estados Unidos el movimiento “vuelve a la tierra” – y también libros de visionarios como Rachel Carson, Wendell Berry y Helen y Scott Nearing.
¿Conoces a otros que producen para su propio consumo?
Hay cada vez más gente. Sabemos de ellos por medio de nuestra red de sites y por el intercambio de información a distancia. Pero la meta de producir la mayor parte de lo que precisamos es un desafío.
¿Qué sugerencia les darías a aquellos que quieren tener un proyecto así?
Cuando empecé el proyecto Urban Homestead no tenía modelos exitosos para copiar. Todo lo que tenía en mente eran las grandes haciendas y chacras. Transportar esos modelos para mi reducido espacio costó mucho trabajo físico y mental. Nuestro éxito vino del antiguo ejemplo de aciertos y errores, y mucho sudor. Dejé de lado la idea de buscar socios y lugares ideales. Preferí concentrarme en lo que tenía en mi propio jardín. Mi sugerencia más importante es que empiecen inmediatamente a plantar vegetales de cultivo simple, en cualquier espacio disponible. Siempre da algún resultado y eso motiva a plantar de nuevo y de nuevo. Con un pequeño paso, me lancé en un viaje solitario. Determinado a desarrollar la capacidad intelectual, la habilidad y la fuerza necesaria para cuidar de mi familia, empecé la etapa siguiente. Un punto básico para la transformación gradual de una propiedad estéril en un oasis fértil es la experimentación. No encontré en los libros ni en internet las respuestas que buscaba. Mi proyecto era territorito desconocido, a ser conquistado por aciertos y errores. Recomenzar a cada año, partiendo de los fracasos anteriores, se tornó para mi un ritual que cumplía – frustrado y dolorido, pero de pié.
¿Por qué crees que hoy las personas de la ciudad están empezando a considerar esa idea?
En estos tiempos de ansiedad, las personas están descubriendo que, para sobrevivir, precisan ser libres. El mundo de hoy – que, trágicamente, mis hijos van a heredar – es más violento y amenazador. Viviendo egoístamente, caminamos peligrosamente al borde de un cataclismo global. Son los viejos principios que funcionan – y seria idiotez no usar las antiguas habilidades para nuestra futura supervivencia.
Fuente : volveralatierra.com.ar